ANA ESTÁ EN MI CASA (PRIMERA PARTE)

Buenos días amig@s.

Después de un periodo de involuntaria ausencia, necesito escribir sobre un tema de absoluta actualidad televisiva, que provoca un tremendo movimiento de masas y que desde mi modesto punto de vista, repercute de forma negativa en el hacer (bueno o malo) de los Tribunales, que mal que nos pese, son los que tenemos (para nuestra desgracia) y cuyas Resoluciones judiciales nos vemos obligad@s a acatar, al margen de la tan ansiada Justicia, que en muchas, muchísimas ocasiones no aparece por ningún lado.

La historia que os voy a contar es completamente ficticia y cualquier parecido con la realidad (como se dice en todas las películas televisivas de mediodía de los fines de semana) es mera coincidencia, pero necesito que tod@s los que la leáis, penséis y reflexionéis sobre lo que os narro, y no os dejéis condicionar o manejar como borregos, pues no lo somos.

No tenemos que opinar como la mayoría, máxime si podemos haber sido manipulada sutilmente. Soy libre para tener mi propia forma de pensar (aunque ello signifique ir contra corriente) y sé perfectamente que la historia que ya empiezo es polémica, máxime si tenemos en cuenta que es políticamente incorrecto que estas letras salgan de las manos de una mujer, esposa y madre de tres hijos, la misma que ha visto desde cerca el sufrimiento de muchos hombres y mujeres, padres y madres, durante casi treinta años, por motivos muy similares al de esta historia, circunstancia por la cual me atrevo a opinar, como lo hacéis todos, sobre una problemática muy seria, que jamás se debe ignorar.

ANA ESTA EN MI CASA

Eran las cuatro de la mañana y Ana estaba acostada en la vacía cama, desvelada…entretenida con su móvil y esperando la llegada de Manuel, que una noche más, se había olvidado de ella. Sus ausencias se habían vuelto cada vez más frecuentes y aquella pasión irrefrenable que les había unido hacía ya siete años, cuando aún eran casi niños, se había esfumado sin dejar huella de su existencia. Manuel justificaba sus retrasos en llegar a casa, como lo hacían todos, pero Ana ya estaba cansada…de sus mentiras, de sus ausencias…de dormir sola…y lo peor era que aún estaba enamorada de Manuel, aunque trataba de negárselo a si misma constantemente, como si a fuerza de repetirlo, fuera a desaparecer un sentimiento tan intenso.

En la habitación contigua dormía plácidamente el pequeño Juan, ajeno a la tristeza de su madre. Cumpliría cuatro años, este mes de Julio, y había sido el motivo, como en tantas otras ocasiones, de que sus padres se hubieran visto obligados a precipitar su convivencia común y de que la unión de éstos se hubiera reforzado día a día hasta entonces.
Manuel y Ana adoraban a Juan, que estaba creciendo completamente feliz y que en estos momentos era ajeno al distanciamiento que había ido surgiendo entre sus padres, pero el aire que empezaba a respirarse en casa comenzaba a ser asfixiante, y lo que había sido un ambiente de profundo amor se estaba tornando hostil.

Manuel abrió la puerta de casa, confiando que Ana estuviera dormida y no tuviera que dar explicaciones de su tardanza, máxime si venía con bastante copas de más, un inaguantable olor a alcohol, a tabaco mezclado con sudor y a colonia barata de mujer, pero Ana ya se había incorporado de la cama y le esperaba sentada con el ceño fruncido y dispuesta a iniciar la tan temida disputa entre los dos.

Manuel entró en la habitación y comenzó a desvestirse, dispuesto a darse una ducha que le despejara y que le permitiera disculparse con Ana, en unas condiciones mejores que las que traía al llegar a casa, pero ella, intentando mantener la calma, ya no podía aguantar más su silencio, contenido durante las horas en que había estado esperando su llegada y explotó. No le importó que Juan estuviera dormido ni que fueran las cuatro de la madrugada. Sencillamente, necesitaba que Manuel reaccionara y en el fondo de su ser, que le dijera que la seguía amando como al principio. Sin embargo, los gritos de Ana ya no tenían vuelta atrás…

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